Fábula Urbana

 

Un día cualquiera, en una ciudad cualquiera, una chica cualquiera, decidió distanciarse de la ciudad y retirarse al bosque por un tiempo en búsqueda de silencio. Antes de ingresar a la espesura del sí mismo desvistió su cuerpo de las antiguas ropas que le lastimaban la piel. Apenas puso uno de sus pies sobre la tierra húmeda las agujas de su reloj se detuvieron. Tenía las mejillas frías y su corazón latía muy suave tanto que puso su mano en su pecho para verificar que éste aún estuviera ahí. ¡Sí! podía sentirlo tenue como quién oye el sonar lejano de tambores. Le pregunto a los elementales porque no resonaba fuerte como antes, éstos la tomaron de la mano y le mostraron el extenso paisaje que se abría frente a sus ojos. La invitaron a explorarlo, a caminar a su ritmo y a observar su propia naturaleza, esa sería su medicina.
A medida avanzaba por sus paisajes internos iba descubriendo tonos nuevos y allí dentro cada pequeño sonido le parecía música. Luego de caminar sedienta durante horas notó que bajo sus pies corría un río caudaloso lleno de vida, en realidad siempre había estado ahí sólo que no lo había notado. Encontró tanta belleza y fuerza en sí misma. Se regaló amaneceres a solas y durante las noches de tormenta desde su refugio disfrutaba ver como los relámpagos coloreaban la oscuridad. Se dio cuenta que para llegar a lugares nuevos no necesitaba complejas hojas de ruta, sólo dejarse guiar por su mapa interior. Descubrió también que las almas nobles tienen brillo propio y que por alguna extraña razón era buena hallándolas. En sus paseos por el bosque siempre llevaba con ella su caja de visiones en la que guardaba fragmentos de momentos simples, esos eran sus favoritos. Ahora entendía que era un alma libre, que siempre lo había sido. Se añoraba tanto a sí misma que fue por eso que se alejó. A las almas libres no les gusta el encierro de la ciudad esa no es su naturaleza. Así fue como una tarde de otro día cualquiera mientras descansaba bajo la copa de un frondoso fresno dorado sintió como su corazón comenzaba a latir con más y más fuerza. Estaba de vuelta, lo más duro del invierno había pasado. La primavera del bosque la había despertado del frío invierno de la ciudad. Ya no se sentía una extranjera, había logrado conquistar su propio territorio y a ese nuevo paisaje fértil ya le estaban naciendo flores.

Escrito por © Vanesa G. Paz 

 

Graffiti hecho por @fintan_magee ♥